Classical Studies Cluj-Napoca
Taurus Ediciones, Madrid, 1980 [1968]
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La cronología sólo puede ser relativa. Se puede admitir el carácter primitivo de ciertos usos: 1.°, cuando hay pervivencias caracterizadas a la ve2 por el medio campesino y por el aspecto indiferenciado de la sociedad en cuestión; 2.°, cuando prácticas perte necientes a un estadio superior implican gestos y representaciones que no se comprenden directamente en dicho estadio, sino que suponen un fondo más antiguo, que es el de nuestras fiestas. Para aclarar las ideas, y admitiendo una antítesis acusada por PiGANlOL, sobre todo en su Ensayo sobre los orígenes de Roma, digamos que los usos primitivos nos parecen, en conjunto, «mediterráneos»: los «indoeuropeos» habrían aportado concep ciones de un tipo ya más avanzado emparentadas con la noción definida de potlatch ( D u m é Zil , Le festín d'immortahté) y que, por consiguiente, suponen la existencia de circunscripciones territoriales. conos (MlCHEL, n.° 714, 25 sq.), de 0otvóta0oa y Botvr] en algunos reglamentos religiosos (ibid., n.° 695, 11 sq.; 721); empleos vinculados a la prohibición del ártoepopá, es decir, a la obligación de consumir en el acto dentro del santuario (cfr. Ziehen, Leges Sacrae, II, páginas 238 sq.). La organización de un sacrificio publico aparece designada como la organización de una Icxíolgk; (MlCHEL, n.° 402, 6). No es rara la mención de i<jTioctopeía comprendida en los santuarios (Heród., IV, 35; Michel, n.° 594, 114; Leges Sacrae, II, número 146; Paus., V, 15, 2; cfr. Plut., Banqu. Siete Sab,, 2); particularmente intere sante es el texto de Estrabón, X, p. 487, en que los vastos écrciaTopsíoí de Teños son considerados como un signo xoG auvápxtaQat TtXriBot; txavóv xtov auvGuóvxtov ocutoíc; á<m>Ye-itóvcov; cfr. Ziehen, II, p. 259; P. Roussel, Délos, col. ath., pp. 219, 223 (en el Cynthion, es decir, en un lugar de culto sumamente antiguo), 237; Ch. Picaro, Ephese et Claros, p. 54. 4 Sobre el sentido de la palabra Spáv aplicada a los Kerykes de Eleusis, cfr. Cleidemos, ap. A th., XIV, 640 A; sobre Iqs KurcpiáSou y los Aatxpoí, «patrias» de los Kerykes, cfr. Focio, s. v.; Tópffer, A tt. Gen., 146 sq. 5 Sobre los héroes Mattón y Keraón, cfr. S. Wide, Lakonische Kulte, p. 278 (rela ciones con los {idcTupot de las sissityas espartanas: POLEMON, ap. Ath., II, 39 c; Demetrio DE Skepsis, ib,, IV, 173 F). En otro orden de ideas, no tenemos más que señalar, por el momento, algunos mitos como el del festín de Tántalo; destaquemos, no obstante, que en Lesbos, donde hay un monte Tántalo, se trata al mismo tiempo de Tieste y de una Daitó (Cornford en J. E. Harrison, Themis, p. 246). El festín de Tántalo es interesante por cuanto que, conservando rasgos completamente primitivos (CORNFORD, ib.), es al mismo tiempo, y sin lugar a dudas, un potlatch. 6 Aeutvocpópoi de las Oscoforias de Atenas (Harpocr., s. v.; Plut., Teseo, 23); en Éfeso, segaín un fragmento de Menandro, Kt6apiomfj<; (fiesta de Daitis); cfr. Michel, número 993, 36. Cabe recordar aquí el oficio de las Goivap^óoxpLat (Nilsson, Griech. Veste, pp. 335 y 339), quienes, en el culto de Demeter y de Coré en Laconia y Mesenia, se encargan de organizar comidas de dioses y de humanos; cfr. Prott., Fasti, p. 37; ZiEHEN, Leges Sacrae, pp. 182 y 186). En la fiesta laconiana de las Tithenidia (Polemon, ap. Ath., IV, 139 A), las mujeres (las nodrizas) que la celebran Oúooai... xaí xoxx; yola0r)-vou<; ópGocYOpíaxooc xai 7rapati0éaaiv ¿v xfj Qoívrj tou? hevita? apxou<;. 7 Cfr. Dumézil, o. c., p. 130. Compárese con el papel de las Vestales de Roma, en las fiestas relacionadas con la alimentación de la comunidad (Warde Fowler , The Román Festináis, p. 114); sin embargo, en una inscripción de Esparta, bastante tardía por cierto (CIG, n.° 1.239), una mujer lleva el título de *Ecmocv vr\<; itó\toy<; xaí Goivapfxoatpíocv (y otra, n.° 1,442, el de 'E. x. n. xocí 9uY<rt£pa). 8 PíND., Istm., II, 39* 9e£>v Boctxai; 7tpoa£7txuxTo Ttáaas. 9 Ziehen, Leges Sacrae, II, pp. 238 sq.; se emplea entonces como 0otvaa9ou (página 22, n. 3). Cfr. Míchel, N .° 720, 1, 3 sq. 10 Inscripción de Elatea, Míchel, n.° 703. Cfr. Ziehen, ad n. 79. 11 EuríP., Ion, 804 sq. (tjxrjvou; í<; Upa?... xoivriv ljuváu|>(ov Batía tojuSí t¿o veto); 1112 y siguientes (Sewrva, 1124, con un carácter altamente religioso, pero que hay que distinguir del sacrificio ávr' ¿rcTrjptov que es personal en Xutos; Ttáv-ca A&X<p¿¿v Xa¿v ¿$ 0oÍvt}v xaX&v, 1140; compárese con ía fórmula ritual pronunciada por el heraldo, 1166 sq.; la sala es un aruaatTtov, 1165). Hay varios temas en esto con muy distintas connotaciones y que volveremos a encontrar. 37 Estos rasgos son referidos por ís. Lévy a un cierto tipo de la leyenda pitagórica; la novela pseudo-histórica del siglo ni (Rech. sur les sources de laleg. de Pithag., p. 44). Lo cual no implica que no existan, dentro de esta concepción, unos recuerdos más antiguos. 38 Polemon, ap. Ath,. II, 138 F. 39 Paus., II, 23, 1: Cochinillos lechales en las Tithénidia de Laconia (la fiesta de las «nodrizas» con banquete servido por mujeres): Polemon, o. c. Cabe mencionar igual mente el pescado (cfr. infra). 40 En la época clásica, en esta última ceremonia, dejan ya de consumirse (Teopompo, ap. Schol. Aristoph. Kan., 218). 41 Ej.: pan <pua6üAXo<; en las Hyakinthia (P olem o n , o . c.), tavíxat aptoi en las Tithénidia (ib.), Sopara délficos en los reglamentos de las Labíades, ópeXtocc oeptot (P o ll., VI, 75), pan áxatvY]? (Ath., II, 109 E-F). Es cierto que los alimentos consumidos en común en las fiestas campesinas dieron lugar a representaciones muy animadas que dejaron su propia marca en ei conjunto heterogéneo del ritual clásico; observemos aquí la definición de la áfj-ppoaía por parre de A n tíc lid e s, ap. A th ., XI, 473 C y, de manera general, el papel de la 7toq>xáp7r£ia (cfr. particularmente, Soph. ap. PORPHYR., de abstr., II, 9). 42 Georg., I, 302. Con relación a esta expresión, cfr. JACOBSEN, Les Manes, II, p. 196. 43 Alcman, fr. 49 B. Es una práctica social lo que se indica aquí, y no sólo una impo sición de la naturaleza, ya que en invierno, del que Alcman acaba de hablar, no hay pre cisamente más frutos de la tierra. 46 Que el ritmo es propiamente social, es algo que muestra el papel subordinado del elemento «naturalista»: no aparece para nada el que la entrada del invierno esté marcada por símbolos de tristeza -sino todo lo contrario-. Al final del invierno, si los muertos «vuelven a subir», no es porque simbolicen a los espíritus de la vegetación que buscan la luz, pues son despedidos en el acto; de hecho, estaban presentes hasta ese momento, en que precisamente se les despide.